domingo, 17 de enero de 2010

LA TRINIDAD DE DIOS

2 Corintios 13:14


¨La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.¨

Hemos dicho ya que Dios es uno, pero que a la vez se manifiesta en tres personas. También hemos expresado que esta es una de las razones por qué Dios es un ser complejo. Es cierto que esta es una dificultad para nosotros los seres humanos a la hora de estudiar a Dios. Y es una dificultad mucho mayor para aquellos que se empeñan en negar una verdad tan evidente en las Sagradas Escrituras.

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis Dios nos muestra de diferentes maneras esta realidad de su personalidad. Cuando leemos en Génesis el relato de la creación del hombre, encontramos que Dios dice: ¨Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza¨ (Génesis 1:26). Como puede ver, Dios está hablando aquí en plural, es claro que se está refiriendo a la compañía de alguien o algunos que comparten con él la tarea de la creación. Ese otro o esos otros, naturalmente tienen que ser iguales que él, pues de otra manera no podrían ser parte de la divinidad o participar del trabajo de la creación, algo que sólo es posible para alguien que sea Dios.

En el Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis, encontramos otra demostración de la existencia de la trinidad de Dios: ¨Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén¨ (Apocalipsis 1:4-6). Hay que estar demasiado prejuiciado en contra de esta doctrina para no ver claramente esta revelación tan patente en estos versículos, pues aquí tenemos un autorretrato de Dios.

Pasajes bíblicos como este de Apocalipsis 1:4-6 que acabamos de leer, son los que nos dan datos precisos acerca del número específico de personas que comparten la personalidad de Dios, o sea, tres. Pero Es claro que hay muchísimas referencias en toda la Biblia que son congruentes con el tema de la trinidad, que nos hablan de Dios en tres personas, tanto que resulta imposible hacer el ejercicio de presentar todos esos pasajes en un sermón. Por ese motivo le animamos para que haga su propio estudio acerca de la doctrina de la trinidad de Dios.

Pero quiero mostrarle, sin embargo unas pruebas elocuentes de esta verdad bíblica: La primera tiene que ver con el relato de la concepción virginal de Jesús en el vientre de María. La revelación bíblica hace alusión a la participación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en este milagro: ¨Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios¨ (Lucas 1:35).

Además, la trinidad de Dios se vio de forma dramática el día que Jesús fue bautizado:¨Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia¨ (Mateo 3:16,17).

Una tercera prueba de la trinidad de Dios relacionada a la persona de nuestro Señor Jesucristo es que el Señor dio instrucciones a sus discípulos respecto del bautismo, y allí estableció lo que llamamos la fórmula bautismal, la cual expresa que todo nuevo creyente debe ser bautizado en nombre de las tres personas de la trinidad: ¨Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo¨ (Mateo 28:19).

Una prueba final de la doctrina de la trinidad de Dios que presentaremos aquí se encuentra en la despedida del apóstol Pablo en 2 Corintios 13:14, que es el versículo que nos sirve de base bíblica para este sermón, donde se hace alusión a las tres personas de la divinidad: ¨La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén¨.

Queda claro entonces que la trinidad de Dios sí es una doctrina enseñada en la Biblia. Aunque la palabra trinidad no aparece en la Biblia, es demasiado evidente el concepto de la trinidad de Dios. Esta es una verdad cardinal de la fe cristiana. Una persona no es cristiana, aunque diga que lo es, si no cree en la doctrina de la trinidad. Sin la realidad de la trinidad de Dios, ni Jesús ni el Espíritu Santo podrían ser ni siquiera considerados en la magnitud que lo son en la Biblia. Ni Jesús nos hubiera podido revelar al Padre, ni el Espíritu Santo nos hubiera podido revelar la verdad, si ellos no son Dios.

1.- La trinidad de Dios significa que las tres personas son un Dios.

Un Dios en tres personas, pero a la vez, ninguna de estas personas puede ser considerada separada de la divinidad. O sea, que al mismo tiempo que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Cada uno y todos en uno a la vez. En la persona de Jesús está el Yo Soy en toda su plenitud, en la persona del Espíritu Santo está el Yo Soy en toda su plenitud, de la misma manera como en la persona del Padre, el Yo Soy está en toda su plenitud.

Cuando el Padre trabaja, también trabaja el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando Dios creaba el mundo, la Biblia nos dice que: ¨el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas¨ (Génesis 1:2). Juan nos dice que Jesucristo mismo es el autor de la creación: ¨En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho¨ (Juan 1:1-3). Y el Señor Jesús decía respecto de esta relación, lo siguiente: ¨Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo¨ (Juan 5:17).

Es muy claro que no hay ninguna diferencia entre cada una de estas personas. Con relación a la unidad de esta trinidad, el Señor Jesucristo expresó a los discípulos lo siguiente: ¨ Yo y el Padre uno somos¨ (Juan 10:30).

Quiero que vea esto además: ¨Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras¨ (Juan 14:9,10).

Podemos hacer algún tipo de relación del concepto de la trinidad de Dios con la lógica matemática. Si sumamos estas Tres Divinas Personas, entonces el resultado sería tres. Pero si las multiplicamos por su igual, el resultado sería uno: 1 x 1 x 1 = 1.

Además veamos que la naturaleza del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios también tiene esta relación de tres en uno: el hombre tiene alma, cuerpo y espíritu, y es una sola persona: ¨Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo¨ (I Tesalonicenses 5:23). Cuando nos toque hablar de la doctrina del hombre abundaremos en esta verdad.

A pesar de estas explicaciones y de cualquiera otra que se pueda ofrecer del mundo natural para explicar la verdad de que Dios es Uno en tres personas, estas comparaciones resultarán siempre insuficientes.

2.- La trinidad de Dios no significa que las tres personas son tres dioses.

No creemos en tres dioses, no somos politeístas, sino más bien monoteístas, creemos que existe un solo y único Dios. No creemos en una trilogía divina, de un gobierno compartido por tres individuos diferentes, sino que esta trinidad de Dios se afianza en la unidad de sustancia o esencia de estas tres personas. No son tres individuos con criterios diferentes, con ideas diferentes, sino que son tres personas iguales en esencia, iguales en pensamiento, iguales en sentimiento, iguales en propósito. No hay discordia de ninguna clase entre ellos, no hay desacuerdos, están en perfecta armonía, y la razón es que siendo tres son uno, una unidad indivisible, de tal manera que si hubiera alguna posibilidad de separación, ese misterio de la trinidad no fuera posible.

Por eso se habla más bien de una tri-unidad. Hay cierta independencia en esta trinidad en el sentido de la función de cada uno de ellos, pero sin lesionar la unidad existente. Así es el gran misterio de la trinidad que se acepta por la fe.

Si le resulta difícil entenderlo, es lógico que así sea, pues esto habla de lo que ya hemos enseñado, la complejidad de Dios. Dios mismo se declara complejo: ¨Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos¨ (Isaías 55:8,9).

¿Piensa usted que será fácil para nosotros, seres finitos, poder comprender por nuestros propios medios a un Dios infinito? Pero yo diría todavía mucho más, ¿le parece que seres afectados por el pecado, desconectados de su Creador, de su Hacedor, en desobediencia, podrían tener la capacidad de comprenderle? La Palabra de Dios nos enseña que para el hombre natural las verdades de Dios son locura, porque no las puede entender:¨Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente¨ (I Corintios 2:14).

Para el hombre natural, acostumbrado a la idolatría, sería mucho más natural concebir la idea de la trinidad como la existencia de tres dioses. Si la doctrina de la trinidad se planteara de esa manera de seguro que tendría como seguidores y defensores a los que hoy son detractores. Cuando no entendamos o no podamos cotejar alguna verdad de la Biblia con nuestra lógica humana, lo que tenemos que hacer no es negar tal verdad, sino reconocer nuestra limitación humana para entender ciertas cosas de Dios. Tenemos que decir con el apóstol Pablo: ¨Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido¨ (I Corintios 13:12). Llegará el día cuando muchas de las cosas que hoy son incomprensibles nos serán reveladas.

3.- La trinidad de Dios implica una procesión de estas tres personas en el escenario humano.

Las tres personas de la trinidad aparecen en el relato bíblico siguiendo un orden de sucesión y cada una de estas sucesiones está relacionada con la acción divina en favor del universo y de manera muy especial y particular en favor o beneficio de la humanidad. En la Biblia vemos al Padre como Creador, al Hijo como Redentor y al Espíritu Santo como Consolador. Veremos en los sermones subsiguientes cada una de estas personas de manera particular.

En las funciones de estas tres personas hay un orden establecido que muchas veces los creyentes no alcanzan a considerar y que además se pasa por alto y hasta se menosprecia. En la actividad de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo hay una correspondencia de la sucesión a la que nos estamos refiriendo, donde el Padre envía al Hijo y el Espíritu Santo es enviado por el Padre y por el Hijo.

Otro asunto importante en el tema de la trinidad es el que tiene que ver con la perfecta dependencia de estas personas. El Señor Jesucristo es presentado en el Nuevo Testamento como alguien que está subordinado al Padre: ¨Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres¨ (Filipenses 2:5-7). Esto no quiere decir que Jesús sea menor que el Padre, sino que él se consideró a sí mismo como menor que el Padre en su subordinación por causa de su tarea de ser el Dios encarnado en razón de su amor por el hombre (Juan 3:16).

Esta subordinación perfecta de Jesús a su Padre Dios la vemos de forma dramática en el Getsemaní (Lucas 22:39-43). El propio Jesús llegó a decir en esa perfecta sumisión a la voluntad del Padre lo siguiente: ¨porque el Padre mayor es que yo¨ (Juan 14:28).

Pero cuidado, reiteramos que esto no quiere decir que Jesús no tenga la misma dignidad de Dios el Padre, sino que él se subordinó por su propia voluntad, de la misma manera que se sometió a la muerte por su propia voluntad, teniendo la capacidad tanto de dar su vida como de tomarla a su antojo: ¨Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre¨ (Juan 10:17,18). Y en otro lugar donde el Señor Jesús habló del Padre como superior a todos, hizo una aclaración para evitar equivocaciones acerca de su igualdad con el Padre: ¨Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos¨ (Juan 10:29,30).

Con relación a esta procesión de Dios en su manifestación al mundo vemos que Jesús habla del Espíritu Santo como siendo enviado por él y por el Padre: ¨Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho¨ (Juan 14:26).

Esta condescendencia de la trinidad se puede ver cuando Jesús establece la forma como debemos orar. El nos dice que debemos orar al Padre en su nombre: ¨Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo¨ (Juan 14: 13,145). Siguiendo este orden, la función de la persona del Espíritu Santo en la oración es la de llevar nuestra oración y la de dar a nuestras oraciones el verdadero sentir de nuestra necesidad: ¨Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles¨ (Romanos 8:26).

En este sentido, no es correcto orar al Espíritu Santo, pero sí podemos orar en el Espíritu: ¨orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos¨ (Efesios 6:18). Así que siempre debemos orar al Padre en el nombre de Jesús, pues este es el orden que el Señor ha establecido.

Queda claro entonces que el Padre envía al Hijo y el Espíritu Santo nos ha sido enviado por el Padre y por el Hijo. Esta es una correspondencia de relación en el trato que vemos de la trinidad en el accionar bíblico, y ese orden no puede ser alterado, como no puede ser alterada la necesidad de que cada persona tiene que creer en Jesucristo para ser salva.

Leandro González

Mensaje predicado por Leandro González en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 17 de enero de 2010.

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