lunes, 19 de abril de 2010

EL CIELO

2 Corintios 12:2-4


¨Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar¨.

Cuando hablamos del cielo tenemos que establecer diferencias y explicar a qué cielo nos estamos refiriendo. Cuando miramos hacia arriba, alcanzamos a ver por lo menos dos tipos de cielos. Vemos primeramente el cielo por donde vuelan los pájaros y los aviones, este es el cielo en donde se haya la atmósfera, donde hay nubes. Este es el cielo donde los edificios altos de las grandes ciudades adquieren el nombre característico de rascacielos y el cielo donde se confunden y se pierden por la distancia las grandes montañas.

El segundo cielo que alcanzamos a ver es el cielo donde están el sol, la luna y las estrellas. Aún en este segundo cielo podemos alcanzar a ver objetos muy distantes de nosotros utilizando los telescopios, y el hombre ha podido llegar a lugares tan lejanos en el espacio como la Luna, y hoy se prepara para su incursión en Marte. Así que podemos hablar primeramente de dos niveles de cielo al que el hombre tiene acceso por sus propios medios.

Pero existe un tercer cielo, un lugar muy distante adonde nuestra vista no alcanza a ver y donde ni el más potente telescopio puede llegar a hurgar. A este cielo se refiere el apóstol Pablo cuando nos dice en 2 Corintios 12:2-4 lo siguiente: ¨Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar¨. Este es el cielo del que vamos a hablar en esta ocasión, el cielo que contiene el trono de Dios y todas las maravillosas cosas que Jesús fue a preparar para los suyos (Juan 14:1-3).

La palabra cielo ha venido a ser sinónimo de lo mejor, de lo más sublime. De tal modo que el hombre le dice a su amada ¨mi cielo¨. Cuando se está disfrutando de algo que se considera placentero, se dice que se es llevado al cielo o que está experimentando algo celestial. Así que en el uso corriente de esta palabra, en un lenguaje cotidiano, cielo se refiere a algo que produce plenitud. Aunque este es sólo un significado vago de lo que es el cielo en sí, y esta consideración de la palabra cielo no está estrictamente limitada al verdadero significado de la palabra en el contexto bíblico y moral del término.

Por el uso común de la palabra podemos escuchar decir por ejemplo que un hogar dichoso es un pedazo de cielo, y en contraposición, un hogar arruinado, sería un trozo del mismo infierno. Pero todo esto, como ya hemos dicho es sólo una forma de hablar, como la desafortunada expresión que una vez escuché de un padre a su niña de apenas un año, él le dijo a este angelito: ¡Vete al infierno! Y esta es considerada por él una forma de hablar, ¡Ojalá que nunca tenga usted esta forma de hablar, y mucho menos que la use para referirse a sus hijos!

El cielo es mucho más que un concepto, el cielo no es un estado mental como dicen o enseñan algunos para despojarlo de su realidad y existencia. El cielo, en el contexto bíblico, es diferente del concepto budista o hinduista del nirvana, por motivos de que el nirvana es un estado de excelsitud supuestamente lograda por el ser humano producto de progresiones, reencarnaciones y esfuerzos y méritos propios. Pero el cielo es un lugar al que se accede solamente mediante la gracia de Dios: ¨Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe¨ (Efesios 2:8,9).

El cielo es uno de dos destinos eternos posibles a los que el hombre se enfrentará indefectiblemente, el otro destino es el infierno, del que hablaremos en otra ocasión. No hay caminos alternativos entre estos dos destinos, ni caminos intermedios, como el purgatorio por ejemplo.

Cuando la Biblia dice que el cielo y la tierra pasarán y habla también de cielo nuevo y tierra nueva, este cielo se refiere al cielo que podemos ver, al cielo físico, así que no se debe confundir con el cielo donde Dios está.

De manera muy especial quiero considerar tres aspectos relacionados con el cielo:

1.- El Cielo es un Mundo Espiritual.

Cuando hablamos de un mundo espiritual muchos tienen la presunción de que estamos hablando de algo irreal. Pero la verdad es que el mundo espiritual es más real que el mundo material, pues la Biblia afirma que ¨lo que se ve fue hecho de lo que no se veía¨ (Hebreos 11:3).

En el cielo está Dios, y Dios es un ser espiritual, invisible al ojo material. A este mundo espiritual por tanto pertenecen los seres espirituales como los ángeles, según lo enseña La Biblia en múltiples pasajes como el de Lucas 2:13-15: ¨Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado¨.

El mundo espiritual controla el mundo material. Dios desde el cielo controla todo lo que está en la tierra y en el universo. Así que cuando se habla de la madre naturaleza se hace referencia a una entidad que no existe, pues lo que las personas denominan así, no es más que Dios y su influencia espiritual en todos los procesos biológicos de las especies, sin importar cuales sean. Este control de Dios en todo lo que existe podemos verlo en las palabras del Señor Jesús: ¨¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados¨ (Mateo 10:29,30).

La realidad del cielo como algo espiritual no desacredita el mundo material, sino que lo dignifica, pues el mundo material es un reflejo del mundo espiritual. El orden existente en las cosas creadas nos habla de la maravillosa complejidad de las cosas celestiales.

Lo celestial es imperecedero frente a este mundo que está sujeto al deterioro, pero no por ser material, sino por causa del pecado. Cuando Dios hizo el mundo material, que incluye al hombre, dijo que todo lo que había hecho era en gran manera bueno (Génesis 1:31). Así que este mundo material que fue concebido por Dios, que está en el cielo, fue concebido originalmente para que durara para siempre, pero fue la desobediencia del hombre que produjo todo este desequilibrio y desorden en la creación.

Así que por causa de la vanidad a la que fue sujetado el mundo material, la Biblia afirma lo siguiente: ¨Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra¨ (Colosenses 3:1,2). La razón porqué el apóstol Pablo hace esta advertencia es por causa de la condición de riesgo a la que está sometido este mundo, debido al pecado. Por ese motivo nos ordena el Señor Jesús lo siguiente: ¨No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan¨ (Mateo 6:19,20).

El cielo y todo lo que hay en él es de por sí eterno, para siempre. La tierra y todo lo que hay en ella es temporal y está condenada al fracaso: ¨pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos¨ (2 Pedro 3:7).

El cielo es incorruptible, invencible, inviolable, insobornable, inexpugnable.

El cielo es un lugar lejano, distante, tanto en el sentido de espacio, como en el sentido moral. No se puede ir al cielo utilizando ningún medio o transporte humanos, es por ello que se necesita a Cristo, él es el único que conoce el camino, él es el único que nos puede llevar allá: ¨Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí¨ (Juan 14:6).

2.- El Cielo es un Lugar Real.

El cielo no es un estado mental, no es una idea, no es algo que vive en el corazón como un anhelo o ilusión, no es una quimera, el cielo es un lugar real.

Jesús vino del cielo, se transportó al cielo después de resucitar y de allá vendrá en su segunda venida con sus santos ángeles y con los redimidos: ¨Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria¨ (Mateo 25:31).

Enoc y Elías son los únicos seres humanos que están en el cielo sin haber pasado antes por la muerte. La Biblia nos dice de Enoc lo siguiente: ¨Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios¨ (Hebreos 11:5). Y de Elías leemos: ¨Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino¨ (2 Reyes 2:11).

Moisés y Elías vinieron del cielo y se aparecieron junto con Jesús en el monte de la transfiguración (Mateo 17:1-13). Y esto no era una visión, eran seres reales como Jesús, tan reales que note usted lo que ocurrió con los discípulos: ¨Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías¨ (Mateo 17: 4).

Jesús le dijo al ladrón arrepentido que estaría en el cielo. Jesús le hizo una promesa:¨Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso¨ (Lucas 23:43). Aquí podemos ver que los creyentes, una vez que mueren van al cielo, tal y como lo enseñara también el apóstol Pablo: ¨Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor¨ (Filipenses 1:23).

El apóstol Pablo también habló del cielo como un lugar real cuando dijo que conocía a alguien que había sido transportado allá: ¨Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar¨ (2 Corintios 12:2-4). Se sabe que ese hombre era el mismo Pablo y que por razones de modestia hace referencia a su persona de manera indirecta, pero podemos corroborar que está hablando de él mismo cuando afirma: ¨De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades¨ (2 Corintios 12:5).

En la Biblia vemos a los ángeles que venían del cielo con mensajes departe de Dios para los seres humanos, y esto es evidente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.

En el libro de Apocalipsis tenemos los más espectaculares cuadros que nos presentan el cielo como un lugar verdadero y majestuoso. Estas visiones de Juan en Apocalipsis tienen la misma espectacularidad que encontramos en el capítulo 6 de Isaías y en el capítulo uno de Ezequiel. Estas imágenes nos hablan del cielo como un lugar terrible. La presencia de los ángeles en la tierra cada vez que se aparecían era motivo de temor en los que lo presenciaban. Así que las cosas celestiales son fuera de serie: ¨Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman¨ (2 Corintios 2:9).

3.- El Cielo es el Sitio Donde Dios Está.

El cielo es el lugar por excelencia donde Dios está, en contraste con el infierno donde Dios definitivamente no está. Esto es lo mejor del cielo, que Dios está allí. Si usted no va al cielo se perderá del mejor lugar donde se puede pasar la eternidad, porque el cielo es eterno, es para siempre, ese es el lugar donde irán los de la derecha, las ovejas: ¨Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo¨ (Mateo 25:31-34).

El cielo entonces es sinónimo de gozo, de paz. La verdadera realización personal es poder llegar al cielo. Estar en el cielo es la más grande hazaña que alguien puede alcanzar, es el mayor logro, es el clímax del éxito. De nada sirve ganar los más grande galardones aquí en la tierra si se pierde el cielo: ¨Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?¨ (Mateo 16:26).

No todo el mundo podrá estar en el cielo. Al cielo van sólo los redimidos de Dios, los que han sido hechos hijos de Dios por la simple razón de creer en Cristo, de recibirle: ¨Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios¨ (Juan 1:12,13).

Jesús dijo que él es la puerta de entrada al cielo: ¨Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos¨ (Juan 10:7-9).

El vivir licenciosamente en este mundo constituye el camino ancho que conduce a la perdición, al infierno; pero el vivir bajo las benditas restricciones del camino estrecho nos conduce al cielo. El camino al cielo es tan estrecho que no admite atajos. Usted puede ir a cualquier lugar por diferentes caminos, pero para ir al cielo hay sólo un camino: Jesús; este camino conduce directamente al cielo.

Leandro González


Sermón predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 18 de Abril de 2010.

VIDEO DEL MENSAJE (Favor esperar que el video se cargue).

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