domingo, 21 de febrero de 2010

LA SALVACION

Hechos 2:40

¨Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación¨.

Continuando con nuestro tema de las verdades esenciales de la fe cristiana, hoy hablaremos acerca de la salvación.

El apóstol Pedro en su primer sermón evangélico proclamaba con fervor: ¨Sed salvos de esta perversa generación¨ (Hechos 2:40). Este es un mandato desesperado, esta es una voz de alerta, es un llamado de emergencia. El hombre y la mujer necesitan urgentemente ser salvos. Y surge la pregunta: ¿Qué es la salvación? La salvación es un acto soberano de Dios en favor del hombre pecador al que él ama con un amor incomparable e incomprensible. Ese amor incomparable e incomprensible lo vemos descrito en las palabras de Jesús a Nicodemo en Juan 3:16: ¨Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna¨. Como podemos ver, la motivación para la salvación es el amor, y Jesucristo es el instrumento de esa salvación, él es tanto el autor de la salvación como el sujeto objeto que la produce. La salvación es sólo posible al través de él, por causa de él; y sin él no puede ser posible, como no puede ser posible nada, pues él es el autor de todas las cosas: ¨Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho¨ (Juan1:3).

La salvación se planeó en el cielo y se produjo en la tierra. Se planeó mucho antes de la fundación del mundo, pues Dios sabía que el hombre habría de pecar. Así que Dios tenía su plan elaborado desde el principio, y todos los pasos que ese plan agotaría, estaban previamente determinados. Por ese motivo, en el tiempo señalado por Dios, apareció Jesucristo en este mundo para obrar la eterna salvación: ¨Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo¨ (Gálatas 4: 4-7).

Esta salvación puede ser vista desde tres ángulos. Para nuestra breve exposición veremos la salvación primeramente como algo instantáneo, luego como algo constante y finalmente, como algo proyectado. Lo que queremos decir con este arreglo es que la salvación al mismo tiempo que es un hecho pasado, es también un hecho presente y un hecho futuro.

1.- La Salvación Como Algo Instantáneo.

La salvación se produce tan pronto como una persona cree en Jesucristo y lo confiesa. Una persona puede creer ahora y al instante morir, y es salva de inmediato. Uno no tiene que esperar para ser salvo, una vez que ha creído de todo corazón se es salvo. El mejor ejemplo de lo que decimos es el ladrón de la cruz, el cual se arrepintió en un estado de agonía, y a éste el Señor Jesús le dijo: ¨De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso¨ (Lucas 23:43).

No existe nada en la Biblia que nos indique que se necesite departe del hombre hacer alguna cosa, ni antes ni durante su vida para ser salvo. La única cosa de la que el hombre es responsable en la salvación es de atender al llamado que Dios le hace para que crea y se arrepienta, y aún en esta decisión Dios interviene mediante la acción del convencimiento del Espíritu Santo en el espíritu del hombre: ¨Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado¨ (Juan 16: 8-11). Por ser la salvación un acto soberano de Dios, algo que depende sólo de Dios, es que el hombre puede ser salvo inmediatamente que cree.

En el momento de depositar fe en Jesucristo el hombre es justificado, o sea, es liberado de toda su culpa, es exonerado de su deuda con Dios: ¨Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios¨ (Romanos 5:1,2).

Esta justificación es posible porque Jesucristo obró la salvación en la cruz. Cuando él moría, sus últimas palabras fueron: ¨Todo está consumado¨ (Juan 19:30). La expresión griega en esta exclamación final del Salvador es ¨tetelestai¨, que entre otras cosas significa ¨la deuda está saldada¨. Es como si el Señor hubiese puesto un sello que diga ¡CANCELADO! como el que se usa en los bancos para patentar la caducidad de un cheque o de un documento legal, sólo que ese documento no está en la tierra, sino en el cielo.

Así que, el sacrificio de Jesús realizado en la tierra, provocó el saldo de una deuda que la humanidad tenía en el cielo. Pero sólo se hacen beneficiarios instantáneos los que depositen fe en Jesucristo. Los que creen en Jesús, en su muerte y en su resurrección son los únicos que se hacen beneficiarios de ese poder otorgado por él en la cruz.

No existe nada en la Biblia como lo planteado por la errónea doctrina del universalismo que proclama que todos los hombres serán salvos sólo porque Jesús murió en la cruz, sin necesidad de que se arrepientan. Pero la Biblia es muy clara al establecer como condicionante para ser salvo, la necesidad de creer y de arrepentirse: ¨Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados¨ (Hechos 3:19).

Esta salvación es una garantía recibida de que todos nuestros pecados han sido perdonados, esto quiere decir que somos salvos de los pecados cometidos en el pasado, de los pecados cometidos en el presente y de los pecados que pudiéramos cometer en el futuro. Pero esto no quiere decir que seamos salvos de cualquier manera, o que por el hecho de que ya hemos sido salvos podemos hacer lo que nos venga en gana, porque de todos modos somos salvos. Aquí tenemos que decir como el apóstol Pablo: ¨En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?¨ (Romanos 6:2). Los que son salvos verdaderamente tienen un comportamiento acorde con la gracia que han recibido, y esta es la demostración de que verdaderamente son hijos de Dios: ¨Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis¨ (Mateo 7:16-20).

Por este motivo es que se hace necesario que entendamos el próximo ámbito de la salvación.

2.- La Salvación Como Algo Constante.

La salvación como algo constante habla de un proceso. No es contradicción con el punto anterior, sino que lo que ocurre es que al mismo tiempo que somos salvos inmediatamente creemos, es una realidad también que a lo largo de nuestra vida cristiana, vamos siendo salvos, en el sentido de que nuestra vida pasa por experiencias de regeneración y santificación. La salvación implica una serie de vivencias que irán transformando nuestro carácter, a fin de irlo adaptando según los criterios de Dios. La salvación es redención del ser humano en su totalidad, tanto de la parte espiritual como de la parte material. Tanto el alma como el cuerpo necesitan ser sintonizados día a día con Dios, en un ejercicio disciplinado devocional y verdadero. Es a esto a lo que el apóstol Pablo llama el culto racional que genera resultados favorables para el que transita por el sendero de la salvación: ¨Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta¨ (Romanos 12:1,2).

Mientras vivimos la vida cristiana como individuos salvados, se van sucediendo una serie de acontecimientos que nos van cambiando positivamente. Crecemos en la fe, pues empezamos en el camino de la salvación como recién nacidos, empezamos bebiendo leche, y luego somos capaces de algo mucho más sólido, hasta que alcanzamos la madurez: ¨Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor¨ (I Pedro 2:1-3). Como podemos ver en la última parte de este pasaje del apóstol Pedro, se espera que todo el que dice haber tenido una experiencia de conversión, la tenga genuinamente, que verdaderamente sea consciente de su relación con Dios. Con esto lo que quiero decir es que me adhiero a los que piensan que si alguien no muestra las evidencias de ser salvo en su diario vivir, tenemos todo el derecho de dudar de su conversión.

Creo que la salvación es algo muy serio y no deberíamos descuidar una cosa tan preciada. Aunque no nos ha costado nada a nosotros, es la cosa de más alto precio, pues ha costado la sangre del Unigénito Hijo de Dios. En este sentido nos dice la Biblia: ¨¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?¨ (Hebreos 2:3).

No es que podamos hacer algo para hacernos dignos de tenerla, pues es claro en la Biblia que la salvación es por gracia: ¨Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe¨ (Efesios 2:8,9).

Si en verdad no podemos hacer nada para ser salvos, porque ya Dios lo hizo todo, de ninguna manera se concibe que debamos esforzarnos por hacernos indignos de la salvación una vez que la poseamos. Tan agradecidos deberíamos estar de nuestra salvación, que deberíamos vivir cantando la estrofa de una canción que dice así: ¨¿Para qué pecar si soy salvo? ¿Para qué pecar contra Dios?¨

Hay algo que no podemos pasar por alto al hablar de esta especie de tránsito de la salvación, y es lo siguiente: Por el hecho de que somos salvos no significa que somos invulnerables. El ser salvos no garantiza que no sufriremos de enfermedades y calamidades o que no seremos afectados de alguna cosa negativa. Si alguien le enseña eso, no le está enseñando el evangelio de Jesucristo, sino otro evangelio, pues el Señor mismo nos dice en su Palabra, que por ser cristianos tendremos aflicciones en este mundo: ¨Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo¨ (Juan 16:33).

La triste realidad es que mientras estemos en este mundo, estaremos expuestos a los mismos riesgos de vida que el común de los hombres. Pero hay una marcada diferencia, el cristiano puede estar seguro que todo lo que le ocurra estará dentro de la perfecta voluntad de Dios: ¨Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados¨ (Romanos 8:28).

3.- La Salvación Como Algo Proyectado.

La salvación como algo proyectado al mismo tiempo que tiene el sentido de que estaba en el propósito de Dios salvar al hombre, también implica que la salvación es algo que se verá completamente en el creyente en un tiempo futuro, cuando sea resucitado o transformado, cuando el Señor venga en su segunda venida. El Señor tiene grandes planes en relación con nosotros y nuestra eterna salvación, la cual veremos en toda su plenitud en el día de la glorificación de todos los santos.

Somos salvos aquí y ahora, pero también seremos salvos de la ira que vendrá. Al ser hechos salvos pasamos de ser hijos de ira a hijos de Dios y herederos de las santas promesas. La garantía de nuestra salvación descansa en el hecho de que hemos atendido a la alerta del apóstol Pedro que como atalaya nos anuncia: ¨Sed salvos de esta perversa generación¨ (Hechos 2:40).

Mientras tanto podemos regocijarnos en la firme certeza de nuestra fe, de que tenemos lo que el Señor nos ha prometido: ¨Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve¨ (Hebreos 11:1). Es por fe que somos salvos, por la fe que hemos depositado en nuestro Señor Jesucristo. Así que el papel de la fe en nuestra salvación es imprescindible: ¨Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?¨ (I Juan 5: 4,5).

Hay un a expectativa en el cristiano, una esperanza que el común de los mortales ni siquiera alcanza a percibir, sino que al contrario, se mofa de ello por su necia incredulidad. Es por esto que tenemos esta joya en la segunda carta del apóstol Pedro: ¨Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento¨ (2 Pedro 3:3-9).

Como si fuera un paisaje, la salvación aparece en la composición artística en primer plano, en segundo plano y en tercer plano. Es una obra compleja con una perspectiva lineal, que va desde el día de nuestra conversión, pasa por todo lo largo y ancho de nuestra vida y se proyecta en el horizonte en un solo punto: el cielo, la presencia misma de Dios, donde Jesús está preparando lugar para nosotros: ¨No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan 14:1-3).

Mientras el día definitivo llega, que no sabemos cuando será, lo mejor que podemos hacer es mantenernos activos cumpliendo con fidelidad nuestros deberes cristianos. Mi exhortación es la misma que encontramos en Filipenses 2:12: ¨ ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor¨.

Leandro González


Mensaje predicado por Leandro González en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 21 de febrero de 2010.

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