domingo, 15 de agosto de 2010

LA FAMILIA

Génesis 2: 21-24

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”

Cuando hablamos de la familia, y lo hacemos naturalmente desde el punto de vista bíblico, porque creemos que es el correcto, por ser la Biblia la Palabra de Dios, tenemos necesariamente que hablar del matrimonio. Y al hablar del matrimonio, es necesario hoy más que nunca, definir con exactitud este concepto. El hombre ha querido redefinir la idea de la familia, y darle un viraje malintencionado y perverso a lo que ha sido siempre un propósito santo en el corazón de Dios.

El matrimonio ha sido concebido por Dios como la unión de un hombre y una mujer, o sea, una relación heterosexual: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Para mí es suficiente lo que dice la Biblia en este versículo para entender que cualquiera otra cosa contraria a ésta, es pecado. Pero es que la idea de “matrimonio” entre personas de un mismo sexo es por antonomasia impropia, descabellada, pero sobre todo, nacida de una mente totalmente torcida y pervertida. El propio derecho romano antiguo, siendo consecuente con la idea bíblica conservadora y ortodoxa, reconoce el matrimonio como el que es realizado entre un hombre y una mujer. Porque la palabra “matrimonio” tiene su origen en el latín, ya que forma parte del derecho romano, que reconoce la cualidad de una mujer de ser madre. Así que la palabra en cuestión se deriva precisamente del latín: “matri-monium”; “matri”, que significa madre, y monium, que significa “calidad de”, en este caso, calidad de ser madre. Es similar al origen de la palabra patrimonio, que se refiere a los bienes adquiridos por herencia, mientras que matrimonio se refiere a la unión entre hombre y mujer.

Entonces la familia, por extensión, es el resultado de la unión entre un hombre y una mujer, y todos estos elementos conforman el núcleo de toda sociedad. Dios había determinado la manera como el mundo habría de ser hermosamente poblado por individuos que formaran parte de una relación de amor puro: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). En la unión pecaminosa de dos personas de un mismo sexo no se puede cumplir jamás el mandamiento bíblico de la procreación.

Insistimos que en este tiempo hay que volver a hacer énfasis en el verdadero propósito de la familia. Hoy que se legalizan los matrimonios entre personas de un mismo sexo, cuando la Biblia plantea sólo el matrimonio heterosexual, uno se escandaliza ante la desenfrenada sinrazón humana que quiere imponerse aún por encima de la propia naturaleza, pretendiendo catalogar como “familia” a una unión tan aberrante. Y el hecho de que se permita la crianza de hijos en un ambiente tan chocante, traerá como resultado una sociedad cada vez más enajenada.

Otro aspecto importante en el tema de la familia es que no está en el plan de Dios la poligamia. Dios ha establecido el matrimonio monógamo, aun cuando muchos personajes de la Biblia en el Antiguo Testamento tuvieron más de una esposa, y hasta algunos llegaran a tener un harén. Pero está claro que las consecuencias de esta conducta fueron desastrosas. Podemos decir que muchas de esas consecuencias se pueden palpar en el día de hoy, como es el conflicto árabe-israelí, el cual no es más que la extensión de un problema familiar surgido en la casa de Abraham con el caso de sus hijos Ismael e Isaac.

El apóstol Pablo en Romanos 1: 25-32 nos habla de la condición de la humanidad en estos tiempos del fin, en el que la unión entre personas de un mismo sexo sería algo común entre las gentes del mundo. Pero los cristianos nos acogemos a la Palabra de Dios, y nos oponemos enérgicamente a esta conducta impropia y condenable.

Es evidente que estamos ante la manifestación de una sociedad decadente, de un mundo que está en estado de putrefacción. ¡Cuán difícil se hará cada día que el creyente en Jesucristo viva en medio de un mundo tan torcido! ¡Qué gran compromiso tenemos los que tenemos responsabilidades familiares y ministeriales de ser ejemplo y de mantener en alto la bandera de la decencia!

Siendo un tema tan crucial y tan relevante, quisiera que veamos las siguientes tres ideas esenciales acerca de la familia:

1.- El Origen y El Fundamento de la Familia.

Nadie más que Dios es el creador de la familia. A Dios le encantó y le sigue encantando la idea de la familia. Cuando creó al hombre, Dios tenía en mente un mundo poblado de seres inteligentes y felices que vivieran en armonía dentro del hogar, una institución que él estableció el día que trajo a Adán una compañera idónea: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). La Biblia nos cuenta esta historia de amor de una forma extraordinaria: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:21-24).

Dios tiene interés especial en la familia. El matrimonio para Dios es algo vital en sus planes para la humanidad. En este sentido Dios está pendiente de la conducta de aquellos a los cuales él ha elegido. El libro de Malaquías nos presenta la queja de Dios por el desastre en el que se había convertido la familia dentro de los hebreos. El hombre, quien en la familia judía jugaba el papel de sacerdote, la cabeza del hogar, el responsable de instruir a su familia en todo lo concerniente a lo espiritual, había deshonrado el matrimonio, entre otras cosas. Miremos en la Biblia el reclamo de Dios: “Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se casó con hija de dios extraño. Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos. Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales” (Malaquías 2: 11-16).

Por lo que vemos en Malaquías y en otros pasajes de la Biblia, y de acuerdo al propio carácter de Dios, él ha creado la familia sobre la base de la lealtad entre los cónyuges, de tal manera que la infidelidad constituye una grave amenaza contra la estabilidad y la permanencia del hogar. Este es un concepto muy defendido en el Nuevo Testamento con mucho más énfasis: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4).

Además de que la demanda del Señor para los que ahora viven en la gracia es mucho más exigente, note cuáles son las condiciones para los que han nacido de nuevo con respecto a la santidad del matrimonio: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios,Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:14-18).

Definitivamente que el estilo de vida del mundo de hoy no cuadra con lo que son los propósitos de Dios para la familia. Es por esto que la demanda del Señor para los creyentes es la siguiente: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1,2). Aquí es bueno que recalquemos lo que encontramos en Malaquías 2: 15: “Porque buscaba una descendencia para Dios”. El Señor espera de nosotros que seamos celosos guardianes de la integridad de nuestras familias y que podamos de esta manera transferir de forma efectiva nuestra fe a nuestras futuras generaciones. Dios está esperando que las familias cristianas de todos los tiempos asuman su rol en el mundo, haciendo resplandecer en la oscuridad, la luz que los diferencia de las demás familias, que desgraciadamente van en decadencia.

2.- La Primera Familia.

Dios celebró el primer matrimonio que se conoce, el de Adán y Eva. Esta primera familia tenía una estructura perfecta: Comenzó con la unión de un hombre y una mujer que eran temerosos de Dios. Se puede decir que Adán y Eva tenían un matrimonio feliz. El matrimonio constituía para ellos algo que llenaba sus expectativas. Esto lo podemos ver en la respuesta de Adán, cuando Dios le trae una compañera: “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2:23). Además lo vemos en la declaración de Génesis 2:25 donde la pureza del amor era la regla: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.

Para desgracia del mundo, el descuido de las cosas espirituales en la familia ha sido generadora de las más devastadoras consecuencias en la sociedad. Los problemas en la familia comenzaron el día que Adán y Eva pecaron, cuando probaron vivir según sus propios patrones, ignorando los principios establecidos por el Creador; cuando permitieron que un intruso permeara de malicia su círculo familiar.

Aunque Adán y Eva trataron de enrumbar a su familia por los caminos del Señor, cosa que se demuestra en el estilo y calidad de vida de Abel, la fatalidad afectó el centro mismo de su familia el día que el justo Abel fue malogrado por Caín, su hermano impío. Cuando se le abre la puerta a Satanás en la familia, las consecuencias nefastas no se harán esperar.

Pero a pesar de todo este episodio tan triste y afrentoso, Dios salvaría a esta familia, le restituiría la felicidad por medio de una nueva generación de creyentes que se levantaría en el mundo con el nacimiento de Set: “Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín. Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Génesis 4: 25,26).

Aunque la generación de Caín se desarrolló en un ambiente ateo y materialista, llenando de ignominia la familia y descendencia de Adán, Dios estaba obrando en los otros hijos de este primer matrimonio de la humanidad, con el propósito de salvar la institución de la familia como un santuario de fe, esperanza y amor; una muestra de su presencia en el mundo, a pesar de la maldad que crecía más y más en aquellos días.

3.- Nuestra Familia Hoy.

Los conceptos bíblicos que definen la familia son los mismos hoy, pues Dios no cambia, su parecer con respecto a la santidad de la familia es siempre el mismo. Nadie puede definir la familia de manera correcta y justa dejando de lado el criterio de Dios manifestado en la Biblia. El hombre, sin la revelación bíblica, estaría totalmente huérfano de la verdad con respecto al verdadero sentido y propósito de la familia. Los sicólogos con toda su ciencia, no podrán jamás tener éxito en su afán de desacreditar los estándares de Dios para la familia, pues él que nos creó sabe como es la mejor y más correcta forma de funcionar.

Si la familia está lejos de Dios, entonces la sociedad estará lejos de Dios, porque la sociedad no puede ser mejor que las familias que la componen. La descomposición que se advierte hoy en el mundo es el resultado de los defectos dentro de la familia, pues la sociedad es un reflejo de las familias que la componen. Los individuos políticos que nos gobiernan pertenecen a una familia, fueron criados en el seno de un hogar, así que sus actitudes serán el reflejo del tipo de crianza que tuvieron, y en su accionar podremos medir el tipo de familia del que descienden y los traumas que arrastran.

Nuestra familia hoy corre los mismos riesgos que la primera familia. Los enemigos de la familia son los mismos. Estamos expuestos a las mismas fuerzas oscuras que buscan dañar lo que Dios ha hecho bien. Es por esto que la familia cristiana debe, con urgencia, rescatar el altar familiar, para inculcar en las nuevas generaciones el temor de Dios, lo cual garantizará familias santificadas y consagradas para la gloria de Dios. De esta manera podremos logra el propósito de Dios de tener una descendencia para Dios, hijos e hijas que estén comprometidos con el Señor, familias que vivan bajo el señorío de Cristo: “Porque buscaba una descendencia para Dios” (Malaquías 2:15).

Leandro González


Mensaje predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 8 de agosto de 2010.

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