domingo, 17 de octubre de 2010

LA SALVACION POR OBRAS DEL CATOLICISMO ROMANO


Efesios 2:8,9.

¨Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe¨. 

La iglesia católica apostólica y romana, que pretende tener la autoridad de ser la única con una interpretación verdadera de la Biblia, ha reprobado el examen de las Escrituras un millón de veces. Arbitrariamente desea imponer su hegemonía sobre las demás congregaciones cristianas al través de un ecumenismo liderado por ellos mismos.

Se precian de ser la única iglesia verdadera descendiente directa de la sucesión apostólica. Muchos grupos y líderes religiosos hoy le siguen los pasos con la nueva ola apostólica que se ha desatado. Toda la supremacía de la que goza en el mundo la iglesia católica, vista como un poder en la tierra, la ha logrado mediante una autoridad sacerdotal centralizada en los colegios de los obispos con el papa a la cabeza.

La iglesia católica no proclama el exclusivismo de Cristo, ni siquiera el exclusivismo de la religión cristiana, sino el exclusivismo de la iglesia. Y en procura de mantener ese poder vigente, ha hecho todo tipo de maniobras que están recogidas, gracias a Dios,  en los documentos de la historia, aunque esto no es ningún salvoconducto para nadie que le adverse de manera frontal.

Una de las cosas más dañinas para los que han nacido dentro de la fe católica o para los que se hacen católicos es su creencia en la salvación por obras que en esta ocasión queremos tratar de manera muy breve.

El problema del católico con respecto a la salvación por obras es una creencia que forma parte de su tradición, de su sincretismo, más que de sus propias declaraciones de fe. En este sentido veremos tres inconvenientes que presenta esta creencia antibíblica:  

1.- La Salvación por Obras Hace Inválido el Sacrificio de Cristo.

Es por esto el énfasis puesto por la iglesia en la misa, donde se sacrifica de nuevo a Cristo cada vez, cuando la Biblia claramente declara que Jesucristo realizó un solo sacrificio una vez y para siempre, el cual es suficiente. Dejemos que la misma Biblia nos lo diga: ¨En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados¨ (Hebreos 10:10-14). 

Es una blasfemia tan siquiera suponer que la obra de Cristo está inconclusa y que las personas tienen que hacer algo para ser salvas.  El apóstol Pablo enfrentó esta barbaridad muy temprano en la iglesia primitiva, cuando amonestaba a los gálatas, los cuales menospreciaban la gracia de Dios como lo hacen los católicos hoy: ¨No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo¨ (Gálatas 2:21). Este era un tema sobremanera claro y maduro en la mente de los apóstoles, el asunto de que la salvación es sólo por la gracia de Dios: ¨Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra¨ (Romanos 11:6).

En su desatino, la iglesia católica pone el énfasis en el lugar equivocado, al hacer que la eucaristía signifique, según ellos, que el cuerpo y la sangre de Jesucristo están presentes literalmente en los elementos de la cena conmemorativa, el pan y el vino, que es a lo que se le llama en teología la transustanciación.

2.- La Salvación por Obras Presupone algún Mérito del Hombre.

Esto significa que la persona merece o puede llegar a merecer en algún momento de su vida la salvación. Pero más sutilmente significa que el hombre hace alguna cosa para ser salvo, cuando en realidad es Dios quien lo hace todo desde el principio hasta el final: ¨Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad¨ (Filipenses 2:13).

No podemos confundir el concepto de la ¨sola gratia¨  con el criterio de Santiago de que la fe sin obras es muerta, pues Santiago está hablando de una fe práctica o de la práctica de la fe. Santiago habla de cómo nuestra vida debe evidenciar en la cotidianidad nuestra fe en Dios, de cómo nuestra conducta debe estar de acuerdo con lo que decimos creer. Y con esto estamos de acuerdo, porque también nuestro Señor Jesucristo está de acuerdo cuando dice: ¨No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos¨ (Mateo 7:18-21).

Pero la salvación es algo que sólo depende de Dios, es una obra de Dios, no depende del hombre. Si algo depende absolutamente de nosotros es la muerte y la condenación eterna: ¨Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios¨ ( Romanos 3:23). Ningún ser humano escapa a la universalidad de esta sentencia; sólo Cristo está exceptuado por cuanto es el único ser humano sin pecado, y esta es una de las razones porqué nos puede salvar: ¨Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu¨ (I Pedro 3:18).

La reforma protestante obedeció precisamente al hecho de que Martín Lutero, un fraile católico de Alemania, se había percatado por su lectura seria de la Biblia, que la salvación es por la fe sola, y que era inmoral y abusivo que la iglesia estuviera ofreciéndole a cambio de dinero a los feligreses, por medio de un decreto o bula papal, la indulgencia o perdón de sus pecados, cosa que sólo Jesucristo puede otorgar. Lutero enfrentó el poder de la iglesia católica a la que él pertenecía, a riesgo de perder su propia vida. Pasó de ser un miembro de la cúpula sacerdotal, a ser un insignificante laico al que le fueron suprimidos todos los derechos civiles, declarándole así como un enemigo peligroso para el gobierno absolutista  de la iglesia, que era y sigue siendo un poder político, con el papa a la cabeza, creyéndose infalible.

El Papa se cree heredero de una sucesión apostólica, la de Pedro, el principal de los doce. Pero se sabe que esta sucesión no tiene asidero bíblico. Porque la iglesia católica, a pesar de tener la Biblia inspirada, se aferra más a su tradición romana de hegemonía imperial, que a lo que la Biblia establece. Porque para el católico tiene más valor lo que dicen los hombres que lo que dice Dios, y por ello esta iglesia no dejará de sufrir grandes cismas dentro de ella, hasta que se consiga definitivamente sacarla del círculo humanista en el que está aprisionada por las ambiciones de los hombres. En esa iglesia no reina Dios, sino los designios de los colegios obispales que determinan la filosofía y política de la misma, para mantener su poder en el mundo, inmiscuyéndose de manera imprudente en todos los asuntos de Estado de los gobiernos de la tierra.

Para el teólogo católico es mucho más importante la filosofía y la política que la Biblia. Ellos se empeñan más en conocer y dominar las ideas de los grandes pensadores humanos, que en escudriñar las verdades eternas de Dios, contenidas en las Sagradas Escrituras. Aunque los católicos tienen los libros apócrifos incluidos en su Biblia, la Biblia de ellos es la misma que la de los evangélicos, así que no tendrán excusa delante de Dios los que valoran más las teorías de los llamados padres de la iglesia y a la iglesia misma, por encima de la Palabra de Dios. Este menosprecio a la Palabra de Dios está en contra de lo que el propio Pedro creía: ¨Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído¨ (Hechos 4:19,20). 

La iglesia católica es antropocéntrica, no teocéntrica, y esto se demuestra en todas sus instituciones. Esta condición es lo que ha provocado siempre los grandes cambios y transformaciones que se han suscitado dentro de ella. El interés de la iglesia católica no es el interés de Dios. Esto me recuerda lo que el Señor le dijo a Pedro cuando trataba de convencerle de no morir: ¨Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres¨ (Mateo 16:22,23). Jesucristo murió en la cruz para que los hombres se vuelvan a Dios, y la iglesia católica quiere hacer lo contrario, ella quiere que los hombres se fijen en el hombre que está en el trono del vaticano, y no les importa que con ello los hombres desvíen su mirada de Dios. Para ellos son más importantes las encíclicas papales que la Palabra de Dios.

3.- La Salvación por Obras Contradice la Gracia de Dios.

La salvación es una asunto que compete sólo a Dios. Es sólo Dios el que se ha planteado la salvación del hombre pecador, y es sólo él el que puede salvar, pues la salvación es un don que sólo Dios puede otorgar a todos aquellos que creen en Jesucristo: ¨Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna¨ (Juan 3:16).

Ningún hombre, ninguna iglesia, ninguna religión, ni ninguna fuerza de ninguna clase y de ninguna parte pueden salvar al hombre. Sólo Cristo puede salvar. Esta es una verdad muy bien declarada por los apóstoles, para que no haya duda alguna al respecto: ¨y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos¨ (Hechos 4:7-12). 

Con la salvación no se puede negociar, como lo hace la iglesia católica cada vez que le vende a sus feligreses la idea de que con letanías, misas de descanso eterno y responsos, se puede sacar de pena al difunto para llevarlo a descansar. La iglesia se presenta con poderes y autoridad que no tiene, y de esta manera ofrece falsas esperanzas a los deudos desesperados. Jesucristo mismo ha dicho: ¨De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador¨ (Juan 10:1). Jesús es la puerta, no es Pedro, no es Pablo, no es María, no es la iglesia.

La salvación no es para los que nacen en una iglesia o se hacen parte de ella por el bautismo, la salvación es para todos aquellos que creen en Jesucristo de todo su corazón. El énfasis de toda la Biblia está puesto en una sola persona, Jesucristo: ¨Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios¨ (Juan 1:12,13). 

En Jesucristo y no en la iglesia u otra persona o cosa está puesta la gracia de Dios que salva al pecador. Entonces no pongamos la atención en otra parte.


Leandro González

Mensaje predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 17 de octubre de 2010.

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