domingo, 31 de enero de 2010

LA CRISTOLOGIA

Mateo 16:16
¨Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente¨.

Hoy hablaremos de la cristología. Hablar de la cristología en un solo sermón es en verdad imposible. Pero como hemos indicado en sermones anteriores lo que pretendemos con esta serie de verdades esenciales de la fe cristiana es motivarles a realizar de forma personal un estudio más profundo acerca de cada cuestión tratada en los mensajes dominicales. No es bueno que se conforme con lo que decimos aquí, sino que es su deber indagar por otros medios a su alcance todo lo que pueda.

En esta parte desarrollaremos los conceptos concernientes a la persona del Hijo de Dios. Más adelante estaremos hablando de la persona del Espíritu Santo. Ahora nos concentraremos en el misterio que nos presenta a Dios hecho hombre, revestido de humanidad.

Como nos era imposible a nosotros los hombres ir a Dios, él ha venido a nosotros. Y es de esa persona que vino del cielo a la tierra que vamos a hablar: ¨Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz¨ (Juan 18:37).

La cristología, como su nombre lo indica, trata acerca del estudio de la persona de Jesucristo, y todo lo que encierra su misterio salvador. En el versículo que nos sirve de inspiración para este sermón vemos la confesión hecha por Pedro. Es en esta confesión que descansa la base o fundamento de la fe de todo cristiano. Confesar a Jesucristo es lo que salva a la persona, sea hombre o mujer, o niño, o joven, o adulto: ¨Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo¨ (Romanos 10:9). Cuando Pedro hace esta confesión está reconociendo la trascendencia de la persona de Jesús, está reconociendo su divinidad y está reconociendo su poder para salvar a toda la humanidad del pecado, de la muerte y de la condenación eterna.

En nuestro mensaje de hoy vamos a tocar tres aspectos esenciales que tienen que ver con el tema de la cristología: 1) la preexistencia de Jesús, 2) la encarnación de Dios, y 3) la misión de Jesucristo en el mundo.

1.- La Cristología nos Habla de la Preexistencia de Jesucristo.

Antes de nacer de María, ya Jesús era. Cuando hablaba con los judíos en Juan 8:48-59, encontramos lo siguiente respecto de su preexistencia: ¨Abraham vuestro padre se gozó de que habría de ver mi día; y lo vio, y se gozó. Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy¨ (Juan 8:56-58). Jesús expresa aquí su preexistencia, y a la vez su igualdad con Dios.

El único ser humano que antes de nacer ya existía es Jesús. Esta condición no se da en ningún otro ser humano. Los mormones enseñan que antes de nacer las personas eran espíritus encarcelados que fueron liberados mediante la concepción; y basan su creencia en Job 38:4 que dice: ¨¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.¨ Los mormones argumentan que si Dios le dijo eso a Job, es porque él debió haber estado en algún lugar. Tremendo error de razonamiento, pues lo que Dios le objeta a Job es precisamente el hecho de que él no existía cuando ya Dios se ocupaba de todo lo que tiene que ver con la maravilla de la creación. Un ser humano existe a partir de la unión de un óvulo con un espermatozoide, ahí comienza su historia, antes de ahí no existía. Pero Jesús no entra dentro de esa categoría pues él es un ser especial.

El apóstol Juan, hablándonos precisamente del gran misterio de la persona de Jesús nos dice al inicio de su evangelio: ¨En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho¨ (Juan 1:1-3). Estos versículos claramente demuestran la eternidad de Jesús y su indiscutible preexistencia. Esta verdad es de importancia capital para contrarrestar el error religioso de que María es la madre de Dios, un error que ha engendrado una cadena de mitos alrededor de María para tratar de sustentarlo.

Al hablar de Jesús no podemos referirnos a El como una creación, puesto que él es el Verbo de Dios que es uno con Dios, siempre ha sido así, y siempre lo será. Tampoco se puede hablar de procreación, pues Jesús no fue engendrado de manera normal en el vientre de María, sino que Jesús es el único ser engendrado de forma espiritual por Dios, sin que haya intervenido un hombre: ¨los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios¨ (Juan 1:13). Y a partir de él todos los que crean en él son hechos hijos de Dios (Juan 1:12). Pero Jesús no es el hijo que Dios tuvo con María, como si Dios tomase a María como su esposa para tener un hijo con ella, ¡No!, de ninguna manera, sino que Dios obró en ella un milagro: El milagro fue, que ella tuviera un hijo sin haber tenido relaciones sexuales con ningún hombre, ni con ninguna otra persona, ni con ningún otro ser.

Jesús es el principio de todo, él fue el principio de la creación y ahora es también el principio de la nueva naturaleza humana, una naturaleza espiritual en contraposición con la naturaleza carnal caída del hombre original. Por eso él es llamado en I Corintios 15: 45 ¨el postrer Adán, espíritu vivificante¨, en contraposición con el Adán terrenal. Jesucristo es el Adán celestial, el Adán sin pecado, en contraposición con el Adán que pecó. La raza humana caída puede ahora ser levantada en la persona de Jesús. El es el único ser humano con la capacidad para ser ¨el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo¨ (Juan 1:29).

2.- La Cristología Nos Habla de la Encarnación de Dios.

El misterio de la encarnación no surge para que María se convierta en la madre de Dios, como enseña el catolicismo romano, sino para que Dios se hiciera hombre. La falsa creencia de que María es la madre de Dios los lleva al invento de una cadena de mitos, como el que dice que María era inmaculada, que no tenía pecado, o que ella se fue al cielo en cuerpo y alma, que es a lo que se llama asunción de María. En el catolicismo se exalta a María de esa manera porque se pretende justificar su veneración. Todo lo concerniente a la doctrina católica de María (la mariología o la mariolatría), la vamos a estudiar a fondo más adelante. Siga esta serie de sermones, y así podrá enterarse cuando presentemos este tema y otros relacionados.

En el sentido de que Jesús es Dios, está de más decir que él presenta los mismos atributos de Dios, la misma naturaleza de Dios. Todo lo concerniente a Dios le atañe a él de igual forma, puede ser aplicado a él de la misma manera. Es por eso que Jesucristo no está limitado a tiempo o espacio, sólo el límite que él mismo se imponga por su voluntaria subordinación de la que ya hemos hablado. Usted puede leer en los evangelios las extraordinarias manifestaciones de Jesús que revelan su naturaleza divina. Piense en los dos siguientes ejemplos: (1) Jesús conocía el pensamiento de las personas, sabía lo que alguien estaba pensando; (2) Jesús no estaba limitado por el tiempo ni por el espacio; en este sentido él podía desaparecer de un lugar a su antojo, a la vista de todo el mundo (Lucas 24:31), y también podía entrar en un lugar cerrado, y aparecer a la vista de todo el mundo sin necesidad de abrir la puerta (Juan 20:19). Hay muchas demostraciones más en los evangelios que muestran a Jesús poseyendo los mismos atributos de Dios.

Jesús vino del cielo a la tierra, salió del seno del Padre y vino al mundo de los mortales. Se hizo hombre, habitó entre los hombres, vivió como los hombres, sufrió como los hombres, sintió como los hombres, y fue tentado en todo como los hombres. Pero él nació sin pecado, no tenía pecado, no pecó nunca. De él, si se puede decir que es inmaculado, el Justo.

El nos salva porque es Dios, el Dios hombre. El es perfecto, él es inocente, libre de toda culpa. Al ser inmolado en la cruz él tomó nuestro lugar, él era el único que podía hacerlo, porque era hombre y porque era Dios. El hizo así un único sacrificio de una vez y para siempre (Hebreos 7:27). Esto contradice la misa católica que pretende repetir el sacrificio de Cristo en cada ceremonia. Toda la vida ce Cristo fue el cumplimiento cabal de todas las profecías del Antiguo Testamento y el cumplimiento del anuncio de los ángeles a los protagonistas de los hechos narrados en el Nuevo Testamento.

Cualquier problema con esta parte de la doctrina de la cristología, cualquiera negación respecto de la divinidad de Jesús y de la encarnación de Dios, cualquiera negación de que Jesús ha venido en carne, es la manifestación clara de que se está frente a un error fundamental contra la fe cristiana: ¨¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo¨ (I Juan 2:22). Además leemos en I Juan 4:2,3: ¨En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo¨.

Jesús no era sólo una manifestación humana, no era una proyección, no era un cuerpo astral como si fuera un holograma, ¡No! El era humano completamente, y sigue siendo humano allá en el cielo. Jesús era Dios aquí en la tierra y sigue siendo Dios allá en el cielo. Cualquiera que no crea esto, y que además enseñe lo contrario de esto, está totalmente desviado del camino verdadero: ¨Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna¨ (I Juan 5:20) .

3.- La Cristología nos habla de la Misión de Jesucristo en el mundo.

La Cristología por lo general abarca también la obra salvadora de nuestro Señor Jesucristo, por eso incluiremos aquí una rápida alusión a algunos aspectos que atañen a la soteriología, la doctrina que nos habla de la salvación obrada por Cristo. Como hemos expresado en otras ocasiones es imposible poder abarcar todo lo concerniente a un tema bíblico en un sermón, y por ese motivo esperamos que no se conforme con lo que decimos aquí cada domingo, sino que haga usted su propio estudio o análisis.

Cuando hablamos de Jesucristo estamos hablando de un ser singular, único, el que da sentido a todo lo que como cristianos creemos, a todo lo que es el cristianismo en sí. Pero al mismo tiempo, Jesucristo es único en el sentido de que no hay otro Salvador. Y esto no es un deseo que tenemos los cristianos de molestar a las demás religiones, sino que al hacer un análisis del Jesús histórico, del Jesús bíblico, es imposible llegar a otra conclusión. Las propias palabras del Señor así lo atestiguan: ¨Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí¨ (Juan 14:6).

Al referirnos a la misión de Jesucristo en el mundo, es necesario pensar en su nacimiento, su niñez, su vida, su obra, sus enseñanzas, sus milagros, su muerte y resurrección. Además pensamos en su ascensión, su regreso a los cielos de donde vino, y desde donde está intercediendo por nosotros. Debemos pensar también en su segunda venida. De este último tema hablaremos más ampliamente cuando tratemos acerca de la escatología, que tiene que ver con el estudio de las últimas cosas.

La vida de Jesús está llena de sorpresas. La manera como fue concebido no había ocurrido en el mundo hasta ese momento, ni ocurrirá jamás. En este sentido él es un ser humano único, es un ser con dos naturalezas: divino y humano. Nadie puede ser como él, porque él es el ¨Unigénito Hijo de Dios¨ (I Juan 4:9). Y toda persona que cree en él, por esa fe, es hecho hijo de Dios (Juan1:12). Sólo Jesucristo tiene esa facultad, pero eso no es algo que él se inventó, sino que esa era su misión al venir al mundo, y además es algo que es sólo competencia suya como Dios. Vino del Padre Dios, procedía de él, de dentro de él, de su esencia (Juan 1:18). Su tarea era dar a conocer al Padre.

Durante toda su vida, que duró treinta y tres años Jesús dio muestras de ser un ser excepcional, incomparable. Desde su niñez asombraba por su sabiduría y su buen juicio al hablar. Sus enseñanzas, recogidas luego por los apóstoles bajo la inspiración del Espíritu Santo, son de una factura impecable e insuperable. Sus dichos estaban respaldados por sus hechos; tanto los actos normales como los sobrenaturales, en los que dio manifestaciones inequívocas de su procedencia divina: ¨Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que este ha hecho?¨ (Juan 7:31).

La presencia de Jesús en el mundo trastornó el curso de la historia, de tal modo que desde su entrada en el escenario humano la referencia a su persona es obligada. Y esto no es cuestión manipulada por nadie, sino que es algo que cumple los designios divinos y resalta la supremacía de su persona en la historia universal. Se divide la historia entre antes y después de Jesucristo. Su nivel de importancia en la memoria del mundo, sin haber escrito ni un solo libro, es tanta, que no existe ninguna persona que se le pueda comparar. Recordemos lo que nos dice Juan respecto de todas las cosas que hizo Jesús: ¨Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén¨ (Juan 21:25).

Jesucristo se encaminó hacia la cruz, él vino a morir, porque él es la manifestación más grande del amor de Dios por el hombre (Juan 3:16). Desde su nacimiento ocurrieron misteriosos acontecimientos que apuntaban hacia el martirio, un martirio que era imprescindible para poder satisfacer la justicia divina, el pago por el pecado. Pero sólo él podía pagar, sólo él, porque no tenía pecado: ¨Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu¨ (I Pedro 3:18).

Pero lo que más se destaca respecto de la persona de Jesús es su resurrección, el haberse levantado de entre los muertos, que es donde reside la abismal diferencia que existe entre el Mesías verdadero y los falsos. Es este acontecimiento el que corona la buena noticia, la buena nueva, el evangelio de la salvación: ¨Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras¨ (I Corintios 15:3,4). Esta resurrección fue corroborada por una serie de apariciones a sus seguidores para afirmar la fe de ellos y despejar toda incertidumbre. Lucas, uno de los escritores del evangelio de Jesús, nos dice como fueron esas apariciones: ¨A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios¨ (Lucas 1:3).

Luego de su resurrección, el paso siguiente fue ascender al cielo, regresar al lugar de donde había venido. De ese lugar, el Señor volverá a este mundo para pagar a cada uno según lo que haya hecho: ¨Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras¨ ( Mateo 16: 27). ¿Estás tú preparado para cuando ese día llegue?

Leandro González

Mensaje predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao por Leandro González, el 31 de enero de 2010.

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