lunes, 8 de marzo de 2010

LA GRACIA DE DIOS

Salmo 32:1,2

¨Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.¨

David conocía la gracia de Dios. En el Salmo 32 él demuestra la convicción de su imposibilidad de justificarse delante de Dios, y reconoce su necesidad de la misericordia de Dios frente a sus maldades y pecados. Recordemos su famosa confesión de arrepentimiento en el salmo 51.

Cada uno de los creyentes del Antiguo Testamento sabía que era por la pura gracia de Dios que ellos podían ser perdonados; y que por su propia justicia ninguno podría jamás llegar a ser justificado. Eran conscientes de que por medio de la ley ellos no podrían ser salvados. Si no hubiera sido por la obra redentora de Jesucristo, ninguno de ellos se hubiera podido salvar. Entonces Jesucristo murió para salvar a los que manifestaron fe en el pasado, para los que manifiestan fe en el presente y para los creerán en él en el futuro. La salvación es sólo posible por medio de él, porque él es el portador de la gracia de Dios: ¨siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados¨ (Romanos 3:24,25).

Cuando hablamos de la gracia de Dios no podemos obviar el tema de la predestinación. Sin embargo, para un estudio pormenorizado acerca de la misma, y específicamente del tema de la elección, les remito al capítulo uno de Efesios el cual es un tratado acerca de la predestinación bien enfocada y entendida. Notará en este pasaje como se repite la expresión ¨en Cristo¨, lo cual corrobora lo que acabamos de decir.

Creemos que la gracia de Dios ha sido reservada por Dios a cada individuo en la persona de Jesucristo. La aceptación o rechazo que cada individuo haga de la persona de Jesús, es lo que determina su destino final (Juan 3:16). Ya hemos enseñado que la salvación es obra exclusiva de Dios, es él quien la ha diseñado, la ha propiciado, la produce y la mantiene en cada individuo que ha sido justificado y regenerado, que está siendo santificado y que será finalmente glorificado.

El propósito de Dios es que toda persona sea salva, independientemente de que él sabe que muchos serán condenados a pesar de su magnánimo interés. Dios podría obligar al hombre a ir al cielo, pero esto no haría que el hombre se arrepintiera y le amara, que es lo que Dios desea en última instancia. En cuanto a los pecadores, Dios está en su derecho de rechazar a unos y salvar a otros si así lo decidiera, pero esta no es la manera de Dios, sino que él da a todos la misma oportunidad de recibir o rechazar, de creer o no creer: ¨El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios¨ (Juan 3:18).

Parece ser que el reclamo del derecho al libre albedrío para lo único que le ha servido al impío pecador es para elegir su propia perdición. Aunque la obra de salvación que se opera en el ser humano es obra exclusiva de Dios, la condición para recibir el perdón de los pecados, de arrepentirse y convertirse, sólo se cumple en aquellos que usan adecuadamente su poder de autodeterminación. Pero note que para que se pueda operar la conversión, es necesaria una especial convicción de pecado, de justicia y de juicio, y esto sólo le llega al individuo bajo la influencia poderosa del Espíritu Santo (Juan 16:7,8).

Cuando el mensaje del evangelio es predicado, el pecador escucha con atención y entonces cree. Mire el ejemplo que encontramos en Hechos 8:26-38 en la conversión del Eunuco etíope: primeramente él escucha el evangelio departe de Felipe, y luego cree; pero en todo esto está operando el poder de Dios para que se logre el arrepentimiento y la conversión. Aquí se cumple lo que dice la Biblia: ¨porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad¨ (Filipenses 2:13). Esto comienza a ser así en nuestras vidas desde el día que nos convertimos, y continuará durante nuestra vida cristiana hasta la eternidad.

Con estas reflexiones preliminares en mente, quiero que veamos lo que implica la gracia de Dios, según el orden que encontramos en Salmo 32:1,2, el pasaje bíblico que sirve de base para nuestro sermón en esta noche.

1.- La Gracia de Dios Implica un Favor Especial.

El salmista nos dice: ¨Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado¨ (Salmo 32:1). Una bienaventuranza es una dicha, algo que hace a uno feliz, y en cierta forma especial, diferente. Pero es bueno explicar que la persona no recibe el favor de Dios porque sea especial, sino que la persona se vuelve especial después de recibir esta gracia. Además esta gracia hace a uno especial porque viene de Dios.

Los personajes del Antiguo Testamento que forman parte del salón de la fama de Hebreos 11, gozaron de la bienaventuranza de que habla David en el Salmo 32. De la misma manera la disfrutaron los apóstoles y todos los creyentes del Nuevo Testamento, y todos aquellos que han sido beneficiados con la gracia de Dios en el curso de la historia, los que la disfrutan en el presente y los que la recibirán en el futuro.

Este favor de que gozan los beneficiarios de la gracia divina, no implica sin embargo ningún mérito departe de quien la recibe, sino que todo el mérito reside en Dios quien la da: ¨Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe¨ (Efesios 2:8,9). Es por los méritos de Jesucristo que somos salvos. No hay dicha o bienaventuranza más grande que ser beneficiado con la gracia de Dios.

Muchas veces he sentido el poder estremecedor de la gracia de Dios obrando en mi vida. Creo que todo creyente ha pasado por la tentación de resistirse a la gracia de Dios, pero la gracia del Señor es irresistible. ¡Bendita atracción la que Dios obra en los salvados! ¡Jamás quisiera yo ser desahuciado de su amor! ¡Jamás deberíamos poner en juego una cosa tan preciosa! ¡Jamás debería ningún ser humano desaprovechar la bendita invitación que Dios le hace!: ¨Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana¨ (Isaías 1:18).

2.- La Gracia de Dios Implica el Perdón de los Pecados.

El Salmo 32:1 nos habla de la transgresión que ha sido perdonada y del pecado que ha sido cubierto. Toda persona que ha recibido la gracia de Dios ha sido perdonada de sus pecados y justificada delante de Dios. Pero se requiere arrepentimiento como condición para el perdón de los pecados. La amonestación del apóstol Pedro a los judíos en su sermón, el día de Pentecostés, contiene las siguientes palabras: ¨Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio¨ (Hechos 3:19).

La culpabilidad del hombre y de la mujer es innegable, ningún ser humano inteligente y consciente de su realidad puede negarlo. Esta condición de pecado inhabilita al ser humano para tener cualquier tipo de relación con Dios: ¨por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios¨ (Romanos 3:23). Es por esta razón que en esta nueva relación del hombre con Dios está incluido el perdón de los pecados pasados, el perdón de los pecados presentes y el perdón de los pecados futuros.

Este concepto del perdón de los pecados en la vida cristiana es una cuestión que genera controversia entre los creyentes: Cómo es posible que los pecados puedan ser perdonados en esa dimensión, argumentan algunos. Pero recordemos que es del perdón de Dios que estamos hablando. Dios no nos salva a riesgo de la posibilidad de perdernos o condenarnos. Si Dios nos ha perdonado, ese perdón tiene que ser para siempre y continuo. Así como es imposible que el hombre pueda ser merecedor del perdón y de la salvación, de la misma manera es imposible que cualquiera cosa que el hombre redimido haga pueda trastornar o frustrar, ni mucho menos anular el perdón de Dios; porque el perdón, así como la salvación están garantizados por Dios: ¨Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día¨ (2Tesalonicenses 1:12).

3.- La Gracia de Dios Implica Exoneración de la Condenación Eterna.

El salmo 32:2 nos dice: ¨Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño¨. La gracia de Dios garantiza la salvación y la vida eterna, por lo tanto el que recibe esta gracia, está exonerado de cualquier tipo de condenación por causa del pecado: ¨Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu¨ (Romanos 8:1). Jesucristo asumió toda deuda y todo pecado. Toda condenación fue clavada en la cruz: ¨anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz¨ (Colosenses 2:14).

Los creyentes están seguros aún en el juicio. Los que han sido redimidos no tienen cargos en su contra, pues toda deuda ha sido saldada por el Señor en la cruz. El se hizo garante de todas nuestras culpas: ¨Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros¨ (Isaías 53:4-6).

Estas palabras no están de más en la Biblia, fueron cumplidas cabalmente en la persona de Jesús, y nosotros podemos estar confiados por lo que él ha obrado en favor de nosotros. El cuadro representado en el Getsemaní habla con elocuencia de la gran batalla librada por nuestro Señor y Salvador para vencer todas las fuerzas del mal y darnos la victoria frente al pecado: ¨Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza¨ (Lucas 22:41-45).

Toda la culminación de la evidencia palpable, para nosotros los seres humanos, de la obra de salvación y de la gracia de Dios, la veremos el día de la resurrección cuando el Señor Jesucristo regrese por segunda vez a la tierra. Jesucristo, el Rey de Reyes y Señor de señores, estrujará en la cara de los incrédulos y de los hombres malos toda esta evidencia, y lamentarán por siempre el haber rechazado la gracia divina.

Leandro González


Mensaje predicado por Leandro González en la Primera Iglesia Bautista, el 7 de marzo de 2010 en Mao, República Dominicana.

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